El lunes llevé esta clase para el curso de Managing Diversity de Esade. Hice la presentación de sólo la introducción del artículo que he escrito. Comparto con vosotros la primera parte:
En primer lugar, me niego a pronunciar la palabra «discapacitado». Para mí, tiene una connotación peyorativa que no refleja mi realidad. Es cierto que no puedo hacer todo lo que antes hacía; pero, en muchos sentidos, ahora tengo más capacidad para cambiar el mundo que antes. He tomado mayor conciencia de la discriminación y soy más capaz de moldear la sociedad e influir en el mundo que me rodea. Creo, más que antes, que tengo más capacidad para cambiar la sociedad y el mundo en el que vivimos. Puede que la sociedad me etiquete como «discapacitado», pero no soy un error. Lo que a menudo se considera verdaderamente discapacitado es el mundo mismo. Quiero tener un impacto en el mundo, la sociedad y en los demás.
La palabra igualdad se usa con frecuencia, pero a menudo de forma incompleta. Tomemos, por ejemplo, el Ministerio de Igualdad, un término para una organización que considero engañoso. No me considero igual a los demás ni quiero ser como los demás. En cambio, defiendo el concepto de «igualdad de derechos». Quiero tener los mismos derechos que cualquier otro ciudadano, sin ser tratado de forma diferente ni sufrir prejuicios. La sociedad necesita acoger y proteger su diversidad. No somos iguales, y debería llamarse el «Ministerio de la Igualdad de Derechos».
Hoy en día, la inclusión es una palabra de moda, pero me niego a definirme como excluido. Formo parte de esta sociedad y no estoy excluido. No quiero que me obliguen a vivir en una sociedad que me discrimina. La famosa cita de Groucho Marx es cierta: no quería pertenecer a ningún club que lo aceptara como miembro. Pero formo parte de esta sociedad con todas sus contradicciones. El término «inclusión» trata a la sociedad como un binario, etiquetando a las personas como excluidas o incluidas. La realidad es más compleja y nunca es absoluta.
Históricamente, la diversidad funcional se ha entendido a través de diferentes modelos, cada uno de los cuales refleja las actitudes cambiantes hacia las personas con diversidad funcional (anteriormente conocidas como discapacidades). Estos modelos incluyen:
1) El modelo moral: Este modelo inicial se centraba en ocultar a las personas con discapacidad, presentándola como algo privado y casi religioso. Ayudar a los demás se consideraba un acto de piedad, pero no algo que se reconociera públicamente. Buscaba la perfección y rechazaba cualquier forma de diversidad.
2) El modelo médico: Con el inicio de las dos guerras mundiales, muchos veteranos sufrieron problemas de salud y amputaciones. El modelo médico surgió durante esta época, con énfasis en la rehabilitación. Fue la primera vez que se introdujeron ayudas físicas y reformas arquitectónicas, y los gobiernos comenzaron a priorizar el acceso a los espacios públicos. La Cruz Roja desempeñó un importante papel social en esa época.
3) El modelo social: Surgido en la década de 1960, el modelo social se centró en la igualdad de derechos humanos para las personas con diversidad funcional. Este movimiento, que comenzó y fue especialmente prominente en Berkeley, California, enfatizó la vida independiente y la desinstitucionalización. El Centro para la Vida Independiente (CIL) y el movimiento, liderado por Ed Roberts, defendieron los derechos de las personas con diversidad funcional y crearon una comunidad. La Teoría Crip, mostrada en el reciente documental Crip Camp, y la declaración de derechos humanos para las personas con diversidad funcional definida en esa época en las Naciones Unidas, fueron sus hitos clave. Este modelo humanizó el diálogo y las acciones en torno a la diversidad funcional e impulsó un mundo más inclusivo.
4) El modelo económico: Hoy propongo un nuevo modelo económico inspirado en las contribuciones de las personas con diversidad funcional. La accesibilidad suele considerarse demasiado cara, pero esto es un error. La accesibilidad no es solo un gasto, sino una inversión que beneficia a todos y a la empresa. Para que yo pueda usar un edificio, debe ser accesible. Por lo tanto, no tengo duda de que estoy a favor de la accesibilidad. Creo que el Estado debería priorizar la accesibilidad no como una característica opcional, sino como un beneficio colectivo. La diversidad funcional aporta beneficios económicos a la sociedad, las empresas y la economía.
Además, existe la creencia generalizada de que las personas con diversidad funcional no pueden ser líderes en empresas ni ocupar puestos de poder. Este modelo sugiere que poseemos capacidades únicas que pueden beneficiar a la economía y a las organizaciones. Propongo que las personas con diversidad funcional pueden y deben ser líderes.
En macroeconomía, los países más ricos tienden a ser los más accesibles. Esto se explica simplemente porque tienen más recursos y dinero para invertir en accesibilidad. Pero ocurre lo contrario: los países que más contaminan tienden a ser más ricos. Esto demuestra que el crecimiento económico y el impacto ambiental están interconectados. La diversidad funcional se presenta de forma diferente y establece un modelo más complejo que el de ser rico, más avanzado y pobre viviendo con buena voluntad.